De Madrid a Cancun por Sergio Gonzalez Rubiera

Madrid me trae siempre gratos recuerdos…

Era 1982 cuando mi jefe, Don Juan Hoyos, que en paz descanse, o que quizá esté organizando algún viaje de familiarización allá en los dominios del Señor, me dijo: Te vas con mi hijo a España con el grupo del Mundial de Fútbol; no lo podía creer, la tierra de mi abuelo, por fín, y además con viáticos, que mejor !!

Resulta que el Junior y quien esto escribe nos dedicábamos a la promoción de los viajes que el siempre indomable, intrépido y aventurado Juan Hoyos padre organizaba con fines de negocio turístico y que a la postre resultaban en inolvidables experiencias, no siempre rentables, pero sin duda divertidas, sobretodo cuando uno anda rondando los veintes de la adolescencia. Ahora que adolecer, lo que se dice adolecer, pues no, porque no nos perdíamos de nada.

Y así, en esos sufrimientos y congojas de los veinte años nos lanzamos a Madrid con un grupo de "mayorcitos" aficionados más a la diversión y al buen comer que al fútbol con el pretexto de la Copa del Mundo España ´82, y no vea usted la que armamos…

En uno de los tantos juegos de la copa mundialista conocimos a un par de madrileñas que terminaron en México, una mal acomodada en la recámara de mi hermano y la otra en Acapulco esperando ser rescatada luego de que el Hoyos Junior se aburrió del acento castizo, válgame el Señor.

Pero Madrid es madrid, siempre te atrapa quieras o no, y no importa la edad. Si no pregúntenle a todos los que van por primera vez a FITUR, esa feria turística que ya no sirve más que para visitar a los amigos, comprar cosas en el Corte Inglé, ir al flamenco, comer jamón serrano y ponerse morao de vino de Rioja.

Muchas son las historias que le podría contar a mis ocho lectores de tan maravillosa e histórica ciudad, pero me quedo con esta que involucra a cierto grupo de intrépidos Cancunenses.

Érase una dichosa FITUR, la ya antes memorada feria turística, en la que era menester cuidar de mi querida cuñadita Popis; aunque no se bien ahora quien cuidaba a quien, y en tales vicisitudes (alternancias de sucesos opuestos) estábamos cuando el buen amigo Gerardo Treviño discurre cederme el honor de elegir el lugar para cenar, habida cuenta de mi experiencia culinaria en la Ciudad. Al cabo de un rato de pensar y repensar me atrevo a sugerir el "Rincón de Esteban".

Si usted querido lector le busca en internet, comprobará primero que no le engaño y después que mi relato se apega a la verdad.

Este pequeño, pero mágico recinto se encuentra próximo al Congreso de los Diputados como le llaman en Madrid, y en tal virtud es visitado por incontables políticos.

Hecha la reserva del caso nos aproximamos al recinto gastronómico que ostenta entre otras medallas, la de ser miembro de la Cofradía de la Chaine des Rottisseurs, en donde fuimos recibidos por el buen Esteban siempre cálido anfitrión.

Quienes conocen este rincón, saben que el platillo de la casa más solicitado, cuando menos por su popularidad es el famoso "Manda Huevos"

Semejante nombre es el resultado de la siguiente historia:

Durante una sesión parlamentaria de marzo de 1997, Federico Trillo, entonces presidente del Congreso, no pudo menos que exclamar "manda huevos" cuando se vio obligado a emplazar a una votación sobre lo siguiente: "Rúbrica de la disposición transitoria segunda. Se suprime la referencia a las tarifas de conexión para desarrollar el contenido resultante de la tramitación previa en el Congreso de los Diputados. Por último, también por razones de técnica legislativa, una disposición derogatoria que prevé expresamente la abrogación del Real Decreto Ley del que trajo origen este Decreto Ley".

El enredado y retórico enunciado de la votación no era para menos. Lo que no se esperaba el presidente del Congreso, fue el error que él mismo cometió pulsando el botón que abre su micrófono a la megafonía del hemiciclo.

Así como lo lee usted, resulta que al expresar semejante barbaridad que se percibe grosera y ofensiva, el Presidente del Congreso no se percató de que su micrófono estaba activado con lo cual todos los presentes escucharon su exabrupto, lo cual fue motivo de noticia en toda España.

El carácter de don Federico Trillo también quedó en evidencia aquel día que no había manera de hacer callar a los diputados enzarzados en plena discusión y ordenó a "Manolo" que le trajera la maza, para pedir silencio de manera más contundente. "Que traigan la maza, Manolo; hay que buscar la maza", se le oyó decir en reiteradas ocasiones.

Bueno, pues resulta que este polémico personaje era cliente asiduo del Rincón de Esteban y solía pedir que le hicieran un platillo a su entero y personal gusto que consistía en Huevos fritos, acompañados de patatas paja, virutas de jamón ibérico y angulas, lo cual le preparaban con gusto sin estar desde luego en la carta.

Luego del "manda huevos" público, que ocupó los principales diarios de Esapaña, el astuto y siempre gentil Esteban preguntó a Don Federico si le permitiría colocar su platillo en la carta, y luego de la aceptación del político, su capricho culinario, quedó plasmado en el menú bajo el nombre de manda huevos para la satisfacción gastronómica de quienes lo prueban y de quienes gustan de este chisme que relata con alegría mi amigo Estéban González.

Como resultado de aquella historia y de maravillosa tertulia en aquel recinto con la Popis, Gerardo Treviño y otros comensales, dispusimos continuar la parranda en Cancún, así que días después se organizó tremenda Paella en la mansión Treviño acompañada de magníficos vinos y otras tantas anécdotas que aún recuerdo con agrado. Que se repita mi Jerry… que bien la pasamos.

Esas son algunas de las cosas que deja Madrid, además de excesos de peso y de equipaje con algo más que azafrán.

Escríbame a: sgrubiera@acticonsultores.com