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Temas de Reflexion por Sergio Gonzalez Rubiera
Otros
temás del Autor 2010: |
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Sergio el Conferencista de Mexico
Boletín
Informativo 2010: |
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"Historias
de Chiapas,
Un Lacandón Rubio, segunda parte ..."
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Cancún,
Q.Roo, México, 22 de Septiembre del 2010
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Después
de su primera noche en hamaca, Nick se levantó muy
temprano y revisó el mapa; el sitio en el que se encontraban
era hermoso pero no era sin embargo el sitio marcado por sus
amigos en el plano, lo sabía por la distancia recorrida
desde el lugar donde los dejó el camionero hasta donde
se encontraban.
El sitio que buscaban estaba más dentro de la selva
y se apreciaba en el plano una marca de río mucho más
amplia que aquella que físicamente veían y escuchaban
en donde se encontraban.Nick despertó a Marijke y la
invitó a continuar el camino. Antes de que terminaran
de arreglar sus mochilas apareció el viejo lacandón
en la puerta de la choza con dos tazas de barro humeantes.
Era Café recién hecho, los holandeses lo agradecieron
y lo apreciaron.
Nick mostró el mapa al viejo tratando de obtener ayuda
para llegar al lugar que le habían recomendado. El
maduro hombre lacandón entendió a que sitio
querían llegar y les indicó el camino. Caminó
junto con ellos por espacio de cuarenta minutos hasta dejarlos
en la senda que habrían de seguir hasta ver la orilla
del río Lacantún. Al despedirse, Marijke se
despojó de una cadena con un pequeño crucifijo
de plata y se lo obsequió al viejo, quien la observó
atónito; luego Nick le colgó la cadena al cuello
al viejo, teniendo que recoger su larga cabellera para acomodárselo
en el cuello. El viejo finalmente sonrió y pronunció
lo que seguramente fue un "gracias" en maya. Marijke
y Nick se tomaron de la mano y partieron por la senda que
les había señalado el viejo.
Nick llevaba consigo un bastón de madera, de las largas
ramas de los árboles con el que se abría paso,
ambos cargaban mochilas en la espalda que hacían su
camino entre la húmeda y espesa selva más extenuante
y lento de lo que habían pensado. Serían apenas
las nueve de la mañana y el sol de agosto ya calentaba
inclemente sobre sus cabezas, ambas cubiertas con sombreros
de paja que habían comprado en Palenque.
Rubios ambos y de piel muy blanca, tenían además
que soportar a los múltiples insectos que a su paso
por la selva se posaban incesantemente sobre brazos, piernas,
rostro y cuello.
Después de caminar unas cuatro horas, totalmente empapados
en sudor, agobiados por la humedad y cansados de soportar
el peso en la espalda de sus mochilas, repentinamente se encontraron
con el agradable sonido del agua corriente de un río
cercano. El sonido los guió haciéndose más
fuerte cada vez, hasta tropezarse prácticamente con
la entonces casi mágica visión del río
Lacantún.
El primer impulso de Nick fue el de tomar su cámara,
sin embargo antes de que pudiera hacerlo, Marijke en un gesto
inusual en la joven antropóloga, lo haló hacia
ella y lo besó. Nick, sabía que este impulsivo
acto era producto de la alegría de sentir que finalmente
habían llegado
Danke, pronunció al tiempo
que sonreía
El, río en la parte que tenían frente a ellos,
era tan ancho como unos diez metros y el agua tenía
un color verde esmeralda que corría con fuerza, teniendo
pequeños saltos y caídas rocosas a su paso.El
sonido era indescriptible, relajante y excitante al mismo
tiempo, el paisaje era como dibujado, la vegetación
exuberante y verde hasta más no poder y la mezcla de
especies de árboles del otro lado del río eran
para Nick una invitación elocuente, exótica
e irrenunciable a la fotografía. Marijke lo sabía:
- que esperas?, saca la cámara.
Acto seguido, Nick abrió su estuche, sacó su
Cannon y empezó a disparar maravillado.
Luego se acercaron a la orilla del río, se mojaron
alegremente la cabeza y el rostro y probaron el agua. Estaba
fresca, cristalina, deliciosa. Marijke se sentó a descansar
sobre una enorme roca mientras que Nick seguía tomando
fotografías.
En aquellos avatares estaban cuando dos jovencitas Lacandonas
los sorprendieron. Marijke se incorporó al verlas llegar
entre los matorrales, y se acercó a ellas. Se saludaron
con una sonrisa y Marijke trató de utilizar su español
aprendido en una de las mejores escuelas de Holanda:
- Hola, dijo la europea rubia
- Hola, contestó la que aparentemente se veía
mayor de las dos chicas.
- Cuál es tu nombre? preguntó Marijke.
Las chicas sonrieron pero no hubo respuesta
Marijke se llevó la mano al pecho y pronunció
su nombre, como auto presentándose, lo repitió
pausadamente, que en castellano suena Maraike. Entonces la
joven mayor dijo al tiempo que se llevaba la mano al pecho
igual que la rubia: Paulina
La otra chica permaneció
en silencio.
Nick las miraba a la distancia y se iba acercando poco a poco;
estaba impactado por la extraña belleza de Paulina.
Era morena pero de un tono claro dentro de este tipo de piel,
tenía el cabello largo de un negro intenso y brillante,
sus ojos eran negros, muy vivos, en la mejilla derecha un
hoyuelo resaltaba su extraña belleza. Portaba tres
collares de cuentas de colores, una larga falda color vino
y una camisa blanca de manta que dejaba apenas ver la figura
de sus senos que a sus escasos veinte años ya la hacían
ver como una mujer.
Las jóvenes lacandonas echaron a caminar por donde
vinieron invitando con señas a los holandeses a que
las siguieran. Estos cargaron las mochilas a la espalda y
emprendieron la caminata detrás de ellas bordeando
el río.
Al cabo de unos minutos llegaron a un punto en el que había
que cruzar el río a través de troncos y piedras.
Las jóvenes lacandonas cruzaron con relativa facilidad
pisando las piedras y troncos que al parecer estaban colocados
por el hombre para la tarea de cruzar el río.
Las siguió Marijke quien tuvo ciertas dificultades
para pasar por el peso de la mochila en la espalada. Finalmente
tocó el turno a Nick. A la mitad del cruce, no pudo
resistir la tentación de tomar una fotografía,
la vista era espectacular. Al girarse para sacar la cámara
del estuche, se ladeó la mochila que cargaba en la
espalda ganando el peso sobre el equilibrio de Nick, trató
en vano de sostenerse pero el peso de la mochila fue demasiado
y resbaló cayendo al agua al tiempo que se golpeaba
la cabeza contra las rocas del río quedando inconciente
en medio del río.
Paulina gritó algo en maya a su compañera quien
salió corriendo camino al frente, Marijke le gritó
aterrada a Nick, mientras Paulina se recogía la falda
y caminaba hacia Nick sobre los troncos de árbol colocados
en el río haciendo las veces de pequeños puentes.
Al llegar hasta él levantó su cabeza y la colocó
sobre su propia mochila haciendo como una almohada y luego
con agua del río lavó la sangre que escurría
desde alguna parte de la cabeza del hombre holandés
de treinta años de edad.
A los pocos minutos regresó la otra joven acompañada
de dos hombres lacandones, uno joven de unos 25 años
y el otro un hombre de unos 40, ambos con túnica y
de larga cabellera. El más joven recogió su
túnica haciéndole un nudo y caminó con
velocidad y gran facilidad sobre los troncos hasta llegar
a donde yacía Nick acompañado de Paulina mientras
Marijke observaba aterrada en la orilla del río. El
joven cargó a Nick y caminó con él hasta
la orilla. El hombre mayor ya se había acercado un
poco para ayudar y juntos terminaron de recostar a Nick en
el césped, mientras Paulina cargaba a dos manos la
mochila de Nick que escurría agua y el estuche de la
cámara colgando al hombro. Marijke se acercó
a Nick, sacó una botella de alcohol de su mochila,
se lo untó a Nick en la nuca y se lo acercó
a la nariz hasta que reaccionó, luego encontró
la herida en la cabeza que no era muy profunda pero sangraba
profusamente, por lo que procedió a sellarla con un
pañuelo empapado en alcohol ante los reclamos y lamentos
del fotógrafo.
Mientras Marijke se ocupaba de la herida de Nick, Paulina
y él cruzaron miradas, ella miró a sus intensos
ojos verdes y él recorrió todo su rostro en
unos segundos tratando de encontrar que es lo que le maravilla
en ella.
Después de unos minutos Nick se sentía mejor
e intentó incorporarse, al tiempo que decía
Gracias en su dificultoso Español con acento europeo.
Luego, cuando acabó de reaccionar, dio un sobresalto
al tiempo que exclamaba
!! Mi cámara!! y volteaba
hacia el sitio en el que había resbalado. Acto seguido
recorrió a todos con la mirada como buscando consuelo
y se topó con la sonrisa de Paulina que aún
cargaba el estuche en el hombro. Nick sonrió con tranquilidad
y se aproximó hasta ella diciendo Danke, Gracias
Invito a mis ocho lectores a que continúen la historia;
seguiré enviando:
sgrubiera@acticonsultores.com
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