Marijke
se quedó helada, no pudo articular palabras, simplemente
estaba como hipnotizada.
Sin embargo
Marijke no imaginaba que Nick nunca volvió a la Selva
Lacandona.
Pasaron
la tarde hablando, Marijke hablaba español fluidamente
y Paulina entendía todo aunque hablaba con dificultad
ya que prácticamente toda su vida se ha expresado en
maya.
Marijke supo entonces que Nick partió en septiembre
del 68 para nunca más volver sin saber que engendró
un hijo en la selva que se llama Martín y que ahora
tenía doce años.
Martín
era simpático, alegre y vivaz aunque con aquella timidez
característica de los Lacandones que bajaba la vista
cuando la rubia holandesa lo miraba. Ella tenía deseos
de abrazarle, era como recordar una parte de ella en su juventud,
pero el chico indígena se resistía.
Paulina
seguía soltera. Esperó durante mucho tiempo
el regreso de Nick y aún ahora no perdía la
esperanza de verlo cruzar algún día bajo aquel
árbol que marcaba la entrada a la aldea próximo
al río. Marijke no hizo ninguna promesa pero sentía
que debía buscar a Nick para decirle que tenía
un hijo lacandón.
Hans
y Marijke permanecieron por tres días en la selva,
tomando fotografías, bañándose en el
río, recorriendo los hermosos parajes de la zona, comiendo
tortillas con frijoles y reflexionando sobre sus vidas. Para
Marijke fue como superar una parte de su vida que había
estado en suspenso aunque ahora una nueva inquietud le asaltaba
el pensamiento, era el pequeño Martín sin un
padre.
El
hijo de Nick.
Al regresar a Alemania, Hans y Marijke continuaron su vida
con normalidad, él dedicado a los negocios, ella siempre
estudiando y ahora haciendo planes para tener hijos. Ambos
con 37 años pensaban que se acercaba el momento de
tener descendencia. Solo había algo que le inquietaba
a Marijke profundamente, el pequeño Martín y
la angustia de no poder decidir entre si debía buscar
a Nick o mejor olvidarse del asunto.
Fue
en la navidad de 1984 cuando un suceso relevante le hizo a
Marijke tomar la decisión que había demorado
tanto. Su pequeño hijo pronunció por primera
vez la palabra Papá. Este hecho alegre y memorable
para ellos, le hizo reflexionar en el pequeño Martín
y se prometió así misma encontrar a Nick para
notificarle lo que según ella, no podía pasar
más tiempo sin resolver.
En
enero inició la búsqueda. A través de
sus amigos en Ámsterdam, compañeros antropólogos
e investigadores empezó a seguir la huella del fotógrafo.
Llamó a revistas y periódicos, envió
cartas a asociaciones y dejó mensajes en aquellos sitios
que frecuentaban los profesionales de la lente.
Al
regresar de un viaje de 25 días por Kenia y el serenguetti
en el África Oriental, en mayo del año 85, Nick
se encontró con un mensaje en la oficina de un colega:
"era muy importante que se pusiera en contacto con Marijke
Van der Housen", la nota tenía más de dos
meses de haber sido escrita por la secretaria de su amigo.
Marijke
había dejado el número telefónico de
su madre en Ámsterdam quien le tomaría cualquier
recado.
Para
Nick, fue un impacto leer la nota y ver aquel nombre. Hacía
17 años la había buscado desesperadamente, ahora
a sus 46 años la había borrado de su mente.
Que querría ahora, porque el mensaje decía que
era importante
Nick
pasó todo el fin de semana pensando mientras se reponía
del viaje al África Oriental. Sus fotografías,
continuamente publicadas sobre aventura, naturaleza y culturas
diversas, le habían concedido el acceso a una importante
invitación para fotografiar diversos aspectos de Kenia
y el Parque Nacional del Serenguetti en un viaje por demás
extenuante.
Su
casa era una enorme colección de piezas artesanales
de distintos países y culturas con un estudio en el
que guardaba las fotografías antiguas y las publicaciones
que incluían sus trabajos. Nick recordaba tener en
aquel estudio alguna fotografía de Marijke. Se preparó
una taza de aromático café, encendió
un davidoff tamaño panatela y se dispuso a buscar la
fotografía entre aquel mundo de imágenes archivadas,
no todas en buen estado. El día en que alguna novia
intentó acomodar aquel estudio, fue cuando Nick decidió
que su matrimonio permanente sería con su profesión.
Algunas
horas de búsqueda, mientras contempló toda clase
de imágenes y recuerdos; apareció una servilleta
con el nombre de Marijke escrito a mano y dentro de esta como
si fuera un fólder, varias fotografías de la
entonces joven Marijke.
Nick
revisó y observó todas aquellas antiguas imágenes
pero permaneció durante mucho tiempo observando dos
en particular, una de Marijke, una hermosa rubia de entonces
24 años teniendo como fondo una impresionante y espectacular
cascada de la Selva de Chiapas, y la otra de Paulina, la joven
indígena, vestida con su camisa de manta blanca, bajo
un frondoso árbol y con aquella mirada tímida
que lo cautivara desde el primer momento.
Nick
regresó años atrás en la mente y repasó
su salida de la Selva cuando pensaba que regresaría
porque la indígena lo había cautivado, pero
al mismo tiempo tenía el sentimiento de Marijke a quien
dejó marcharse sola.
Pensó
en sus días fotografiando el movimiento del 68 en México
y la violenta represión de la que fue testigo en la
clandestinidad. Algunas fotografías de aquel suceso,
nunca publicadas permanecían aún en su estudio.
Hacia
el final del fin de semana, después de horas y horas
de cavilaciones, Nick se decidió a llamar a la casa
de la madre de Marijke. Era domingo por la noche la señora
descansaba leyendo, la llamada la sorprendió. Contestó
el teléfono, habló brevemente con Nick, tomó
nota de su número telefónico, mismo que comunicó
a Marijke de inmediato.
A
las diez de la noche de aquel domingo de mayo de 1985, Marijke
marcó finalmente el número de Nick y este contestó
al segundo timbrazo.
- Nick..??
- Si..
- Es
Marijke
- Si
lo sabía, esperaba tu llamada
han pasado muchos
años..
- Si.
Dijo ella, lo sé
Necesito verte.
- Que
es tan importante que no puedes decir por teléfono?
.mmm..
claro me gustaría verte también, pero
.
- Es
algo que quiero hacer en persona Nick. Y continuó
diciendo con seguridad: El Próximo fin de semana
voy a visitar a mi Madre, ahora vivo en Berlín, dime
a que hora te va bien que nos veamos el sábado.
- Te
parece bien las 12 del medio día
?
- Si,
en donde.
- Nos
vemos en el Café Europe, junto al río, cerca
de la estación del tren.
- Si,
se donde es, nos vemos ahí.
- Hasta
entonces.
- Danke
y Colgaron.
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