Pensando
y re pensando estaba últimamente acerca de mi siguiente texto
y las ideas no llegaban, en ese afán por alejarme de la cotidianidad
y de arribar con algo original para mi nutrido grupo de ocho lectores,
cuando se presentan inesperadamente, repetidos sucesos de nostalgia,
recuerdos llenos de humedad, polvo y moho de entre los viejos armarios
y desde luego mucha historia y es entonces cuando salen las ideas
para esta entrega.
Llegaba de viaje cuando Margarita me cuenta que se han reunido los
hermanos para rescatar las últimas cajas que aún quedaban
arrumbadas con la herencia de su madre, mi suegra, en este caso
fotográfica y de manera importante documental también,
que sumado a lo que mis hermanos y mi Madre por separado me mostraran
y contaran en reciente tertulia respecto de mi propia historia,
propiciara la motivación necesaria para la presente escritura,
que muy probablemente se presente a mis curiosos lectores en dos
partes, por lo nutrido, rico y extenso del legado.
Sobra decir que el hallazgo fotográfico estaba plagado de
imágenes de todo tipo, desde aquellas en blanco y negro impresas
en gruesas cartulinas, hasta esas de nuestros días en las
que aparecemos todos con aspecto que dista mucho de nuestra apariencia
actual y que le lleva a exclamar a más de uno, "Que
te pasó" !!, no sé si con admiración o
con interrogación.
Aquella tarde en casa, luego de revisar con curiosidad un montón
de fotografías, analizarlas, reír y reflexionar con
muchas de ellas, acompañados de bebidas espirituosas, vino
entonces el análisis de varios textos, de esos que por el
estado en que se encuentran producen alergia y comezón en
los ojos, cuando menos a quien esto escribe y de entre los cuales
rescaté, recortes de periódico, viejas esquelas y
algunas cartas que llamaron particularmente mi atención,
además de por antiguas por su valioso contenido y que por
lo mismo me permito compartirlas con el lector de este espacio.
Rescatable de las epístolas resulta, el valor literario y
vocabulario en algunas, los valores prevalecientes en la época
y de manera importante en un par de ellas el valor histórico
que se relaciona con la Revolución Mexicana y que justamente
en este año tiene significado especial por celebrarse el
centenario del acontecimiento.
Selecciono a continuación para el placer de mis ocho lectores,
algunos de los párrafos que me parecen más significativos
o valiosos de las cartas encontradas.
La primera misiva elegida, escrita con máquina de escribir,
está fechada en la Ciudad de Mérida, el primero de
junio de 1936, dirigida al Sr. Crescencio Jiménez Azarcoya,
avecindado en Puerto México, Veracruz, hoy Coatzacoalcos,
de la cual le presento a continuación el párrafo de
introducción:
"Tengo a la vista tu afectuosa misiva de fecha 20 del mes próximo
pasado, la que leí con la atención que se merece,
dado que no me doy este gusto con la frecuencia que era de esperarse.
Yo siempre he sido correcto en todos mis asuntos; y si no te contesté
tu penúltima carta, fue que en aquella me decías que
salías para México y después a otro Estado
en donde se encontraba tu novia, y naturalmente, me era imposible
contestar por que ignoraba a donde dirigir mi correspondencia; y
como tampoco me avisaste tu vuelta, ignoraba el lugar en que te
encontrabas.
De modo que tú última carta te la contesto con algunos
días de atraso, porque en la Dirección del Registro
Civil, se tardan varios días para el despacho de certificados,
retardo que servirás tomar en cuenta para no tacharme de
informal. "
Lo interesante de esta carta querido lector, es que fue dirigida
por un padre a su hijo. Observe usted la parcimonia del texto introductorio,
solo para darle explicaciones al hijo del porque no le ha escrito
y de paso reclamarle un poco de manera sutil el hecho de que no
avisara de su paradero y luego compare usted estas líneas
con los textos que en la actualidad se cursan por internet, y ya
no digamos con los que dificultosamente se leen en los mensajitos
del teléfono celular.
Más adelante en la misma carta, Don Crescencio padre acusa
recibo de las noticias acerca del próximo matrimonio de su
hijo, y luego de algunos comentarios menores pasa a la parte de
los consejos de la siguiente forma:
"Pues bien; yo me voy a limitar a darte algunos consejos, por
la larga experiencia que tengo acerca de las peripecias que se presentan
en este valle de lágrimas. El matrimonio mi querido hijo,
es el estado más perfecto, cuando al hogar llegan dos seres
que se aman y que se comprenden. Que durante el tiempo del noviazgo,
mejor dicho, durante esa época de las ilusiones, cuando todo
se mira con los ojos del alma, olvidados por completo y absorbidos
en la intimidad de sus coloquios; en esa época que los poetas
llaman la poesía del amor con todos sus atavíos; pero
cuando esta pareja se resuelve a contraer matrimonio, lo que ambos
deben procurar, es estudiarse mutuamente el carácter."
Y así continúa Don Crescencio, pródigo en consejos
y haciendo alarde de su rico vocabulario, para llegar a este párrafo
que me encanta por su significado:
"Cuando el hombre llama a la puerta de su hogar de regreso
de su trabajo, la esposa al dar puerta, debe estar sonriente, bien
arregladita, esperando con los brazos abiertos al dueño de
su corazón; y el hombre, al verla así, con la misma
alegría, con el mismo entusiasmo, estrecharla colmándola
de atenciones. Si así no se presenta, el hombre debe ser
prudente y hasta cariñoso procurando evitar fricciones o
desavenencias, y cuando se aclaren cuentas, entonces con toda calma,
sin alterar la voz, hacerle comprender que no debe portarse así.
Si el esposo, por contrariedades o disgustos habidos en la calle,
no está de humor para nada, al llegar a su hogar, debe serenarse,
dominarse, a fin de evitar que la esposa, sea la pagana de faltas
ajenas. Así puedes tener la seguridad de que serán
muy felices.
Cuando más tarde llegues a ser padre, procura dar muy buen
ejemplo a tus hijos, para que al final de la jornada sean el váculo
de la vejez de ustedes, y ¡que satisfacción más
grande !- Porque como se portan los padres con los hijos, así
estos se portarán con sus padres."
Un párrafo más adelante termina la carta el viejo
deseando "todo género de bienandanzas" a su hijo
y la firma muy probablemente con manguillo y tinta china.
Tengo a la vista otra carta del bisabuelo de mi esposa y en consecuencia
tatarabuelo de mis hijos, fechada unos meses más tarde que
la anterior, cuando ya se ha consumado el anunciado matrimonio,
y de la cual recojo para usted un solo párrafo que me parece
sublime:
"Cuando
dos seres se quieren y se han identificado, la paz en este santuario
no se alterará nunca, y la felicidad de ambos será
nítida y diáfana como el sol del claro día
que nos alumbra. No te arredre el pasado querido hijo mio; antes
al contrario, que te sirva de experiencia para normar tus actos
social y económicamente hablando para que seas previsor para
el mañana."
Fin de la cita. (se ha respetado puntuación original)
Estarán de acuerdo mis ocho lectores que el hallazgo fue
magnífico, pero lo mejor, cuando menos para quienes solemos
deleitarnos con estos viejos textos, es que aún tengo más
para contarle.
Obran en mi poder, dos maravillosos manuscritos fechados uno en
noviembre de 1915 y otro en mayo de 1916 y que en consecuencia están
dotados de tremenda riqueza histórica, que rememoran de manera
formidable los hábitos y costumbres de la época, además
de pasajes del fragor revolucionario. Así que, si es usted
curioso, espere mi siguiente columna en la que le contaré
además, un poco de la vida del curioso personaje autor de
dichos escritos.
Cualquier comentario con esta centenaria columna que al compás
del violín se alivia de la alergia que provocan los papeles
amarillentos, favor de dirigirlo a: sgrubiera@acticonsultores.com
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