Jazz en Tulum y mucho mas por Sergio Gonzalez Rubiera

Querido Lector, querida lectora, antes de comenzar esta columna no podemos pasar por alto la muy triste pérdida del entrañable Germán Dehesa; se adelantó el maestro y ya no podremos disfrutar de sus maravillosos textos. Tuve oportunidad de conocer su faceta de teatro-comedia hace ya muchos años en la ciudad de México, en aquel rincón maravilloso y mágico de Coyoacán, lo recuerdo haciendo por entonces el papel de Carlos Salinas de Gortari en una sátira que ya podrá usted imaginar la hilaridad que provocaba.

Desde entonces seguí sus textos y fue creciendo mi admiración hacia él. Me recreaba con el lenguaje y sus burlones exabruptos en la Gaceta del Ángel y me divertía mucho con sus relatos y peripecias familiares. Se fue uno de los grandes de este País, novelista, ensayista, dramaturgo, crítico político inquebrantable y sobretodo un gran ser humano. Que en paz descanses querido Germán.

Con esa noticia comencé este pasado fin de semana que tuvo de todo, bueno casi de todo cuando el viernes dirigía mis pasos hacia la bella isla de Cozumel para un taller con algunas de las Organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan arduamente en esa isla. Teminado el taller regresé a Cancún, para llegar a casa justo a la hora de los sagrados alimentos. Había que comer poco y no esmerarse demasiado con el vino de mesa, pues nos esperaba tentadora y suculenta invitación a cenar en casa de magníficos amigos que para nuestra buena fortuna son Chefs, así que ya se van imaginando mis ocho lectores.

En casa de la familia DeBrower, dispusieron Alex el patrón de la cocina, que no de la casa y Benny Michaud emprender una noche que llamaron "el festival de los raviolis", a la que fuimos amablemente invitados. Departimos las tres alegres parejas inicialmente en la cocina acompañados de Martinis de Chile habanero, invención de Alex, con lo cual la noche comenzó a tomar forma. La sucesión de martinis con la charla, se daba mientras contemplábamos la manufactura de la sofisticada pasta en la que Benny se prodigaba a dos manos.

La velada prosiguió en la estupenda mesa que la anfitriona nos tenia preparada en el jardín y fue entonces cuando nos dimos vuelo con Raviolis rellenos de cangrejo de alaska acompañados de esparragos, platillo inolvidable, que acompañamos con vino blanco, para continuar con más raviolis, ahora rellenos de salsa de hongos salvajes y coronados con un filetito de foie gras, simplemente fantásticos.

Ya no le cuento del fondant de chocolate y el champagne porque sería un abuso; lo que si le digo es que entre la música, selección de quien esto escribe, la charla y uno que otro traguito llegamos a casa bien avanzada la madrugada. La próxima te toca Benny, y luego de regreso a mi parrilla y ya le contaré a mis ocho lectores como vamos avanzando.

Pero por si esto fuera poco, el sábado, una vez curados los estragos de la inolvidable noche, emprendimos el camino con rumbo al novel municipio de Tulum, en donde nos esperaría una fantástica velada de Jazz Latino entre amigos y muchas sorpresas.

Fieles a nuestras costumbres, no podíamos ir en solitario, asi que como la proletaria familia burrón, llenamos el transporte familiar de eso, de familia y desde luego no podía faltar la hielera en la cajuela, que como se está usted imaginando llevaba algo más que hielos…

Tres parejas, y un querubín, el último que nos queda en casa, nos aventuramos hacia lo desconocido…

Apenas llegábamos a la Plaza Pública de Tulum y ya se escuchaban con fuerza, pero con maravillosa fidelidad las notas del primer Jazz de la noche.

Mientras mis queridos hermano, cuñado e hijo menor, se despachaban con la cuchara grande sendas tandas de tacos, Margarita y yo escogíamos lugar cerca de los amigos para disfrutar de la noche.

Inició todo con el cuarteto costarricence de los Araya-Orta dos pares de hermanos que interpretaron geniales versiones de danzón moderno y bolero; solos de piano y batería simplemente mágicos.

Continuó la noche el legendario maestro Eddie Palmieri quien con su piano y el acompañamiento de increíbles trompeta, sax y percusiones hicieron vibrar a los asistentes. Le confieso que nosotros vibrábamos y que también hacíamos continúos viajes a la hielera.

Finalmente se presenta la exquisita voz de la Porto riqueña "India" a quien Celia Cruz bautizara como la "Princesa de la Salsa"…

Fue simplemente maravilloso cuando inició con "El Yerberito llegó…. Lleeeegóooo…." Y todo el público cantaba en lo que sería un fabuloso estreno para Tulum en este tipo de conciertos. Aunque sin datos oficiales, alguien me dijo que había más de siete mil personas en la explanada del Palacio Municipal.

Pero eso no es todo, si le parece que este fin de semana ya estuvo bastante cargado imagine esto; a la mitad del concierto, la India, invita al escenario nada más y nada menos que a Juan Gabriel y ya se puede usted imaginar la reacción del público; eso era una locura. No soy un seguidor de Juan Gabriel pero admito que es un gran músico y que la letra de algunas de sus canciones son realmente buenas, y que sin lugar a dudas le puso un toque especial y único a la noche que ya de suyo era inolvidable.

Cantaron a dueto, improvisaron, pusieron a bailar al público y los alaridos, incluidos los de mi hermano a mi izquierda y Frenchy "la flaca" a mi derecha no se hicieron esperar, lo que en suma significó diversión y encanto total.

La velada tenía que terminar como es ritual acostumbrado, con unos tacos a altas horas de la noche acompañados de horchatas y agua de jamaica pues a esa hora las bebidas espirituosas ya han causado suficiente estrago.

Menos mal que en Playa del Carmen existe el acogedor y siempre cálido Hotel Casa Ticul, lo que nos permitió un no se si merecido pero si necesario descanso para continuar nuestros pasos a Cancún el domingo. Uff ¡!.. Hasta la próxima.

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