Fue dura la convivencia con él en esos años, pero divertida y retadora también; era todo un desafío entenderlo, hacerme entender con él y lograr que poco a poco la convivencia fuera sana para ambas partes, sin duda no fue nada fácil para ambos.
Al paso de los años este intrépido, rudo e inteligente niño y yo, nos fuimos entendiendo poco a poco y ambos supimos que si teníamos que convivir juntos, no nos quedaba otra que aceptarnos, comprendernos y entender la naturaleza de nuestra relación. Una relación que estaba marcada por el amor profundo, profundísimo a una mujer en común, es decir que éramos cómplices en el amor y la entrega a una sola y quizá era sólo por ella que ambos cedíamos lo que teníamos que ceder, que ambos sabíamos que ella era la que mandaba en nuestro corazón, y que por ella haríamos todo lo que estuviera de nuestra parte, el un niño, yo un hombre.
En la adolescencia, luego de pasar por los retos que implicaron la educación y la convivencia con aquel niño, las cosas no fueron fáciles tampoco; había que transitar por sus retos y los míos, por sus traumas y los míos, por sus anhelos y los míos, entendiendo que había amores y desamores, triunfos y fracasos, pero que el amor que nos unía en común era más fuerte que los dos y que por eso aguantábamos lo que hubiera que aguantar, uno con madurez, otro con pasión, uno con esperanza, otro con ilusión, pero ambos amando a la misma persona.
Hubo mañanas y tardes memorables por lo bueno y casi sublime, pero también por lo triste y desafortunado. Hubo momentos de des fortunio que lamento en el corazón y que están prácticamente en el olvido, pero también momentos de gloria que son imposibles de olvidar.
Nunca olvidaré los momentos en el Fútbol Americano, el deporte de nuestros amores, en donde vivimos igualmente ambos las ambigüedades de esta relación, la gloria, la pasión, la entrega, la rudeza que nos caracteriza a ambos, la disciplina y la indisciplina, el contento y el descontento, pero siempre había un amor de por medio.
Luego pasaron los años, no se como, no me di cuenta, creo que dormí un largo sueño y de repente el niño rebelde y guapo era otro, era un hombre, rudo y contestatario como siempre, orgulloso y rencoroso, pero al fin un hombre; trabajador, entusiasta, dinámico, entregado a lo suyo y aunque con diferencias nos entendíamos, con dificultad sí, porque había historia de por medio, pero siempre con respeto, creo que por ese amor que teníamos en común.
Y finalmente una vez más no se cómo, el niño, se volvió un hombre de verdad, un hombre de convicciones, con valores que no se por qué me parece que se parecen a los míos, con talentos que no le conocía y con una sensibilidad a prueba de balas.
El niño y el joven rudo ahora es un hombre amable, educado, cortés, simpático, responsable, tremendamente entregado a sus compromisos y con una calidad moral a prueba de todo.
Ese niño grosero, ahora es padre, de un hermoso y simpatiquísimo niño, el más sonriente bebé que he conocido… mi nieto !!
Ese niño guapo que conocí hace 27 años, se llama Lester Cole Gould Taylor, y es a mucha honra mi hijo, un hijo del que sin duda estoy sumamente orgulloso, porque ha sabido ser un hombre, ha sabido salir adelante de todos los obstáculos que la vida le ha puesto, entre ellos yo, y que a pesar de todos ellos ha sido exitoso, ha encontrado a una gran mujer, mi hija Paola, ha entendido los retos de la vida profesional, pero sobretodo ha ponderado en toda su extensión el enorme valor de la familia. Es un gran profesional en su trabajo, un gran amigo, y sobretodo un gran hijo, que hoy me ha dado el enorme orgullo de ser Abuelo !!
Nuestra amada en común, nuestra cómplice y yo, te lo agradecemos y te lo reconocemos.
Al Buen Entendedor…pocas palabras.
Con Amor
Tu Padre
Sergio González Rubiera.