El Titular del Juzgado 16 en materia administrativa en el Distrito Federal negó al empresario Arturo Rojas Cardona una suspensión provisional que permitiera que sus casas de apuestas continuaran en operación.
Con dicha resolución, permanecerán cerrados por tiempo indefinido todos los establecimientos de apuestas operados por la empresa “Entretenimiento de México”, razón social de Rojas Cardona.
Me parece relevante, no solo por la importancia de cerrar esos negocios en específico tremendamente nocivos para un País como el nuestro, sino por el mensaje que se envía para los pretensiosos, políticos y empresarios con afanes de montar negocios similares, especialmente en los destinos turísticos.
Siempre he estado en contra de los Casinos en México, desde que se inició el debate hace muchos años en Cancún, en donde quienes los defendían, argumentaban que traerían más turismo a nuestros destinos, nada más falso y más absurdo que eso.
Hablemos primero del fenómeno turístico y luego del social.
En lo turístico, les diría a mis ocho lectores que conozco prácticamente todas las Islas del Caribe y Capitales de Latinoamérica en las que existen casinos y nunca he visto turistas en ellos; lo que si he visto con gran pena es a muchísima gente local de la tercera edad dejando ahí sus limitados recursos; he visto gente emborrachándose, y a muchas chicas, como dice un amigo querido, de muy buen ver y mejor tocar, haciendo el negocio más antiguo del mundo.
Los turistas que juegan de verdad van a Las Vegas, la capital mundial del juego, otros menos a Atlantic City y los europeos a Montecarlo, pero los Casinos de América Latina solo han servido para lavar dinero y explotar a quienes tienen esta debilidad por el juego.
Algunos estudios realizados por colegas en Cancún han arrojado que menos del 2% de los turistas que visitan Cancún acuden a un Casino.
No es verdad entonces que las casas de juego generen un nuevo y diversificado turismo como argumentan algunos. Los Casinos eventualmente podrían ser un valor agregado, un producto más para quien ya está en el destino, pero no generan sin duda un turismo nuevo.
Por otra parte en lo social, está más que claro el enorme daño que estos centros de entretenimiento para adultos, le hacen al tejido social de nuestras comunidades, toda vez que además de fomentar un consumo irracional y desenfrenado, contribuyen a la disgregación de la familia, fomentan las adicciones de todo tipo y en nada contribuyen a mejorar la calidad de vida.
Los Casinos pueden ser muy divertidos, pero está claro que México, con sus enormes carencias no está preparado para esta oferta de entretenimiento además de que sin duda son el mejor escenario para el lavado de dinero y la extorsión.
Perversos me parecen quienes apuestan a este tipo de negocio que atenta con nuestra sociedad, que rebaja al ser humano, que son una tentación para nuestros jóvenes y que en nada contribuyen positivamente al mejoramiento de nuestras ciudades y nuestra cultura.
¿Que opinarán las familias de quienes murieron calcinados en el interior del Casino Royale en Monterrey?....
Y ¿qué opinarán aquellos que han perdido todo, hasta la conciencia por la adicción de sus familiares al juego ?...
No comparen por favor mis ocho lectores a quien está en un barco de crucero sentado en la mesa de black Jack, que eventualmente por eso se embarcó, o aquel que juega sus vacaciones en las Vegas, con la señora de setenta años que se está jugando su jubilación en pesos en un casino local, o el jovencito que ya está aprendiendo de los grandes a hacer trampa, no confundir por favor.
Por eso NO a los Casinos en México, ojalá los cerrasen todos…